domingo, 22 de enero de 2012

Veinticuatro horas de Internet.

Fue un día cerquita a enero, de esos días en que sientes que se va a acabar el mundo cuando la temporada de Navidad se escabulle con los compromisos del nuevo año y nuevas mascaras empiezan a portarse en los rostros del universo mundo, quien sube y baja con expectativas que pertenecen a las muecas que sólo hace la propia existencia cuando ya no quiere ser. Llevaba la mirada cansada, el andar roto y el corazón puesto en pequeños pliegos posado en cada habitación de las personas que conocí durante el Couch Surfing. Era pues el caso que me encontraba yo sin mi, y por librarme del cansancio y alcanzar el empuje de otros encuentros, me pose en mi cuarto y mirando la ventana de mi cielo baje la vista por el Internet, de hacía tiempo que el viaje harto por los caminos y las platicas con las gentes que hay en ellos no me daba para afrentarme a éste pequeño mundo que oculta sus grandezas detrás del monitor. Mas ese día jueves después de una larga ausencia por la red me conecté. Abrí como en automático mi correo, ¡y las flechas resaltando en amarillo fugaban una tras otra! sin dejar de aparecer los mensajes de los Tomalaplaza y otras tantas crónicas de los amigos en Takethesquare; me leí las cuantas historias que venían con los correos y después de horas de ver la misma intención repetida y la misma forma de proceder para dar una respuesta, quedé aburrido de tanto descontenido en los títulos de mi bandeja y tuve por mejor alimentar mi espíritu con la lectura, así que en dos pinchazos llegué a la enciclopedia... ¡y valgame Dios en más por tenerme yo en menos!, ¿quien iba a pensar que el mismo día de mi regreso Wikipedia estaba en oferta!, ¡que gran suerte la mía!: era día de consulta gratis y publicación de chistes sin restricción, todo durante veinticuatro horas. El entusiasmo de la noticia me hizo comenzar mascando lento dos artículos, y ágil logré hacerlo para sacarle provecho a mi registro. En el primero aparecía una columna de Francois Hollande, y en la segunda pestaña también, sólo que en vez de una bandera francesa bordeando el filo de los bites, se encontraba puesta el tricolor de una Rusa y otra estrella China en los bordes, debajo y arriba de las figuras se leía en negritas el lema:

“¡El Oriente sueña gratis, valórelo sin censura antes de que se acabe!”.

Aquella enseña también se encontraba ondeando la sección de chistes, y ni así me entró la risa y menos pude comprenderla. Todavía me queda la duda de los "jajajás" en comentarios cuando se lanzó la broma del traje de Francois Hollande que decían hecho con telas y recortes de los famosos diseñadores estadounidenses: Glass-Steagall. Aquella comparación me sacó un poco de quicio, mas lo que me retiro del sitio fue no entender esa broma de los banqueros, que si para mi fue ignorancia para otros fue mal gusto depositar las confianzas ajenas y meterlas a inversión privada, todo porque el viejo duende quiso la leche del conocimiento para sí mismo. Y al dejar mi primer comentario sobre la vaca, el presidente Hollande y el tesoro perdido de Roosevelt, ¡más rápido que una tabulada el administrador me extrajo de órbita y colocóme directo en mi cuenta de facebook!, sin siquiera el aviso de ahí va el agua desconéctate y agárrate de éste sitio otra vez; ¡eso lo tuve por una descarada descortesía de su parte!... mas al ver la mía en el monitor me alegró ver mi rostro al lado de los amigos, y dándome por bien servido y sirviendo a facebook para lo que es, me puse a ver aquel del mundito; al lado había tres mensajes, el primero era de Anthony Wile, quien como trabajando me escribía:

“Le pido señor Feroa que sea más sutil con sus novelas...mas lo felicito por ese teatrito que hizo frente a Larouche, porque como usted sabe aunque el viejo este más vivo que nosotros, no pienso que ni usted ni yo tengamos que merecer la muerte”.

Ese Antonio nunca dejó de echarle picantes a las sorpresas que traía con su campanita diaria de mensajes, semejante al buen señor de mi barrio que pasa por la bolsa de basura en la esquina de mi casa, agrupando todo el desecho de la cuadra. ¡El segundo mensaje que vi fue el de mi mama!. Me alegró ver que aún funcionaba el servicio automático de alegrías provocadas, y eso que durante tres meses no hube pagado el impuesto de tenerla muerta y activa en la red. Con ella me pasé las horas, leyendo y releyendo su mensaje. Hasta que se abrió solo el último de los tres, era un spam de noticias que escribía:

“Señor Feroa, le deseamos un feliz día, esperamos que haya aprovechado a gusto sus veinticuatro horas de Internet”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario