Hoy todavía escribo en Word 2003 con más de nueve años de atraso en office, no es una situación que me alarme, aunque sí se vuelve deplorable cuando intento ver películas en DVD y el software no alcanza para esas corridas, entonces me doy cuenta que la situación es más quejosa de lo que esperaba; mas existe otra cuestión con respecto al Word 2003 que realmente me preocupa, son los usuarios; porque el retraso en el correcto uso del teclado en el 2011 es laxamente precario, aún los escritores modernos con sus galardones, gastan harto tiempo en buscar los sinónimos de sus pensamientos en el WordReference, porque aún no se enriquece la agudeza de su habla, y se huelen titubeos en los videos de Youtube cuando hacen uso de la palabra, entonces se vuelve claro, sí aquel orador fuel el escriba del libro que ahora tienes en las manos, el producto final de la obra tuvo que haber pasado por un exhaustivo proceso de limpidez y mejora, que hasta cierto punto es artificial e inverosímil, porque en el primer texto el autor fue soltando sus palabras sin llegar a tocar en concreto el meollo del asunto: quizá por un miedo desconocido a la exactitud.
Más que el Word 2003 y las películas que aún me pierdo, me preocupa el poeta de nuestro siglo, aquellos hombres cuyos tachones ya no se miden en el papel, sino en los bites que no necesiten corregirse; hablo de los nuevos errores ortográficos que se tendrán que analizar cuando se taquigrafía, hablo de la belleza que tiene un texto en Word sin ninguna marejada roja que anuncie los errores de puntuación, hablo del futuro escritor y su educación. El esquema está aún en proceso pero la propuesta es concreta: desarrollar labores para establecer un sistema didáctico que ayude a enriquecer las habilidades del escriba de nuestro siglo, con tal que el mote de poeta le sea digno a un escritor; en los siglos venideros se desarrollará un sistema educativo que esmere propósitos para hacer de las cadencias de los dedos, las voces más legibles, ricas, simples y amenas de la red, con tal que sus pensamientos se plasmen nítidamente a la velocidad del medio en que se desenvuelven: en el periquete de santiamén que representa el Internet.
Desafortunadamente en nuestro siglo veintiuno se ha olvidado ésta didáctica, afortunados los del siglo pasado, porque las maquinas de escribir hicieron un trabajo meticuloso en la progenie anterior. Seguramente los primerizos en palpar las locuciones de la maquina de Sholes y Glidden, recibieron algún tipo de entrenamiento en la taquigrafía, el cual nosotros carecimos en nuestra infancia cuando debió ser naturalmente obligatorio, y con el método Sholes-Glidden, nacieron las primeras melodías desde la cadencia de las yemas en los diez dedos de ambas manos, ¿Quien no imaginaria que aquel instrumentista de la maquina, es la representación de todos aquellos que encontraron el ritmo en las palabras, escribiendo las más bellas obras del arte dramático en un mecanógrafo, como un instrumentista que va escribiendo la partitura para una opera con múltiples personajes: con sus pausas, sus descansos, sus comas, sus puntos y aparte, y su punto final.
Es todo un presagio la famosa sinfonía del mecanógrafo, del compositor Leroy Anderson. Por eso, el escritor de nuestro siglo, tendrá que retomar las enseñanzas que trajo la maquina de escribir, y recordar las técnicas de los primeros próceres del artilugio, aquellos pioneros que se expresaron con ambas manos: aquellos quienes eliminaron el mito de las izquierdas y las derechas, y pusieron a los dos hemisferios a trabajar en conjunto, con el final motivo final hacia el escritor del siglo venidero y sus primero años de vida, para que en su infancia se le recuerde que tiene diez dedos y se le instruya para usarlos todos, para que el niño aprenda que puede hacer uso de los acentos al mismo tiempo que escribe en el ordenador, para que luego se de cuenta que los acentos sí son necesarios, y aprenda el uso de las comas y de los puntos. Se tiene que estudiar a Leroy Anderson, con tal que el escritor posterior, sienta la necesidad de imitar el movimiento dactilar con el meneo de las cuerdas vocales, porque sus escritos se pronuncian.
Hoy todavía escribo en Word 2003 y son nueve años de retraso, o quizá una vida, porque las generaciones pasadas gozaron de una ventaja para desarrollar el sentido taquimecanógrafo que hoy muchos desconocemos; conozco muchas personas de edad que aprendieron en algún momento de su vida la taquigrafía, mas ahora, nosotros ni a mano, ni a teclado sabemos escribir, ¡el hecho es ignominioso y decadente!, porque aún los escribas modernos no se sirven de las diez yemas de sus dedos para usar el ordenador, somos una generación que no tiene tiempo, que se borro de las cartas de la historia, como la palabra que el Google nunca pudo encontrar, como uno de esos links rojos en Wikipedia que no tiene referencias, somos la progenie en transición que grita en Youtube por su existencia, somos una generación que busca su voz y quiere construirla, con esperanzas de que nuestra labor tenga frutos y que con ella nazca el germen de la siguiente voz, la voz de la posteridad.
Está científicamente comprobado por
El asunto de la ortología es plenamente conocido, ya sea de forma consciente o inconsciente, el hombre lo ha venido desarrollando por toda la redondez de la tierra y por todos los anchos de los tiempos, un buen ejemplo cercano se encuentra al comienzo del cuento, Hizo el bien mientras Vivió, cuando Juan José Arreola tira la goma por un movimiento falso del codo, para luego afirmar que fue una de esas novatadas inexplicables en el uso del mecanógrafo lo que también provocó otra caída en la casa de Virginia.
¿Quien más para ejemplo cercano en el mundo hispanohablante para mostrar una chispa del método que acabamos de tratar?, quien más si no Juan José, si toda su vida y obra fue la ejecución de los actos que el poeta del siglo siguiente tendrá que seguir, ¡quien más cercano que Arreola? para mostrar el modelo de las generaciones pasadas, progenies que a pesar de haber nacido de la noche y en ella vivido, tuvieron la oportunidad de percibir una pequeña porción de la luz que espera a los hombres del mañana; nosotros hoy lloramos la noche, mientras se no da como alimento diario el dolor y la angustia, repartiendo ignorancia y desprecio al por mayor.
¡Quien está familiarizado con estas líneas?, ¡Quien no conoce la lucha de quinientos años?, las esperanzas de