Herodoto no fue el más grande historiador antiguo en occidente, sino el geógrafo que logró más atinadamente expresarse en la escritura. En una de sus muchas travesías su paso ligero lo llevo a la las tierras nórdicas de Tracia y cruzó la caudalosa frontera del Danubio para relatarnos las costumbres y los mitos de las familias de aquel pueblo: los que llamamos Dacios; el griego se dio a entender lo suficiente con los nativos de aquel tiempo como para permitírsele estar presente en los ritos más sagrados que se rendían a Zalmoxis en los pies de la herradura Carpática; Herodoto registró el suceso, y sin dejar ningún espacio en las líneas para olisquear la duda de un quizá , afirmó rotundamente que la divinidad que ciñó los mitos contiguos a Transilvania vino en andanzas desde el mediterráneo después de instruirse en una escuela Pitagórica, asentando las artes y las ciencias a los Dacios que se encontraron al sur de las faldas de los Cárpatos y al norte del río Danubio; misma cuenca a la que iría a caer el provincial emperador Trajano en el primer siglo antes de cristo, destino que se forjó con tal de que el histórico relieve confirmara de nuevo los limites ideológicos de occidente: porque desde hace tiempo de un costado los hombres carpáticos tienen cimientos de mármol y están finamente tallados, mientras que del otro extremo los pies de la montaña son blancos cúmulos de nubes con rizos dorados que desconocen las ataduras que dicta la tierra, tan bellos e impredecibles como el más largo arco iris o el azote de la más recia tormenta; éste espectáculo aún se puede contemplar por todos los filos acuáticos que bañan los Cárpatos, en aquellos suelos donde : Latinos y Eslavos escudan sus fronteras, donde nunca falta un tercer pueblo que transeúnte para aprovechar la guerra, en donde en medio del río y la montaña fluye la última flor del ponto bajo los pies de una bella Rumana.
Hace veintiún años Rumanía se liberó de un nuevo yugo como el de la gran Moravia: se desmembró el comunismo eslavo, y junto con él todo el legado de Ratislav para el pueblo Rumano; la generación postrevoluciónaria que vio la luz del nacimiento después de mil novecientos ochenta y nueve, ignora que Constantin Stanislavski nunca preparará actores para telenovela: si acaso cabe un perdón para quien afirme lo contrario sería para quien cuarenta y cuatro años estuvo vedado del contacto tecnológico de occidente y la paz espiritual del este; entonces el indulto es quasi automático si no se tuvo otra opción más que devorar los yerros televisivos de nuestro tiempo, que permitió ciegamente a la generación rumana postdecembrista saciar el hambre histórica que anhelaba el despojo del sosiego y que apetecía el regreso de las ventajas y placeres de la ciencia; ¡Helas! he aquí el resultado: Rumanía el único pueblo eslavo que no habla esa lengua, el único hermano latino que creció fuera de nuestra familia.
¡He aquí Helas! Rumanía, invoco tus ríos Tracios, tus bruscos Cárpatos donde está el eco de tu voz antigua en la caverna de Zalmoxis… todo con tal que me digas si recordaras a Ratislav, al gran pariente eslavo que tienes en olvido, ¡Helas Rumanía! te canto por que siento la profundidad de tu habla cuando lanzas el : “Da”. ¡Helas Rumanía basta! si entiendes ya el español, ¿por que no escuchas el sí que canta la historia de Zalmoxis? , ¿por que niegas el tiempo a un camarada y a un amigo, a tú pueblo vecino: el hermano Eslavo!.
Europa y América
Los frutos del árbol latino en Iberoamérica sólo reciben los vientos de aquellos aires eslavos, porque quien los disfruta se encuentra en la cómoda lucidez de los ordenadores sajones, de los programadores ingleses y si acaso alguno que otro diseñador francés, único romano que tuvo la fortuna de tener un Carlo Magno que les limpiara el terreno de las conversaciones futuras con el señor de
Porque hoy tenemos un común imperativo: latinos, chinos, indios, rusos y gringos; el imperativo de trabajar juntos para comprender el futuro del hombre en la galaxia y aprender del pasado que compartimos desde los vetustos de la tierra.
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